Carlos Mauricio
Funes Cartagena tiene una facilidad de palabra que le ha permitido ganar desde la
confianza hasta la sospecha, esa
capacidad incluso lo ha hecho condenarse
a sí mismo.
Consagración del heroísmo
En la
etapa de entrevistador, Carlos Mauricio Funes
fue muy desafiante y se caracterizó por una retórica fiscalizadora. En esa etapa se ganó un lugar muy importante en el periodismo nacional. No
parecía nada complaciente con sus invitados y eso generaba simpatía entre los telespectadores.
Mauricio Funes interrumpía la agenda de autopromoción tan propia de las figuras
públicas, con él, ese discurso clásico de mitin político o de predica
mesiánica ya no tenían lugar. A diferencia de otros programas de formato
similar, en el que estaba bajo la conducción de Funes, al entrevistado
le tocaba conversar.
Algo muy atractivo e innovador para esa época en que al demagogo se promovía así mismo como panacea ante la cual había que dudar en silencio, gritar una consigan o simplemente decir amén.
El nacimiento del Rey
En la
etapa de candidato a la presidencia, la facilidad de palabra siguió a favor de
Funes. El candidato era un mártir aspirando nuevamente a ser un héroe; se
rumoraba que había sido censurado y que se le había despojado de su empleo por
enfrentarse a los poderosos y corruptos. Durante la campaña se perfiló como un guerrero que antes luchó contra la injusticia con palabras y que ya estaba
preparado para combatiría con decretos, reformas y cambios que sólo serían posibles
si lograba obtener la mayoría de votos. Ganó y entonces se le volcó la
facilidad de palabra.
Saber hablar
es una cualidad que no puede faltar en un funcionario. Esta cualidad se volvió
un defecto en Funes porque la experiencia adquirida como entrevistador no la
usó a favor. En la etapa que su trabajo era formular preguntas, su imagen
creció en la medida que lograba poner entre la espada y la pared a sus
invitados. Ya desde el Poder Ejecutivo, él se puso entre la espada y la pared
porque siguió preguntado.
Ante las preguntas, Funes reaccionaba con una retórica que
ya no funcionaba por una razón muy sencilla: ya no era un entrevistador o un
candidato. Ya entonces era un funcionario público y a estos los ciudadanos les pagamos por responder y están obligados a rendir cuentas claras les guste o no les guste.
Cuando un funcionario habla sin transparencia
queda mal por más adornos o distractores que use. Funes, a nivel retórico y administrativo, cometió muchos de los
errores comunes a los invitados que antes entrevistó. Antes se fortaleció pidiendo explicaciones,
en la etapa de presidente se debilitó evadiendo su responsabilidad de dar
explicaciones. Sus cualidades retóricas sirvieron para que se dibujara a sí
mismo como un funcionario prepotente. La espada con la que antes venció se le
volvió habito tomarla por el filo. Se volvió un experto en dar excusas cuando debía
rendir cuentas.
Funes
resultaba muy heroico cuando interrumpía a un demagogo con una pregunta, pero
ya luego se volvió un demagogo que interrumpía para que no le preguntaran. Se volvió
otro funcionario de esos que son “servidores de pasado en copa nueva”, se
volvió otro maquillador de palabras como los que envestía en La Entrevista al Día.
El Ocaso del ídolo
La
imagen de Funes se va reduciendo cada vez más. Ahora que ya no tiene el poder que antes le otorgó
la Constitución, sólo parece un cínico que no sabe callar. Funes se contradice
a cada momento y aparte de eso también ha intentado justificar prácticas que en
otros él mismo criticó. Lo que antes lo fortaleció en el escenario,
es lo que ahora lo debilita por el cambio de papeles que él mismo eligió. No sorprende
que muchos de aquellos que fueron sus contendientes ahora sean sus cómplices o
socios.
La Funemorfosis
En Cien
Años de Soledad, Aureliano Buen Día pasa
de luchar contra el poder a ejercerlo. Antes
de que por su orden fusilaran a José Raquel Moncada, este le dice a Aureliano:
“Lo que me preocupa es que de tanto
odiar a los militares, de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, has
terminado por ser igual a ellos”. Con
el respeto que me merece alguien tan fascinante como el coronel, sostengo que lo que
más me preocupa es que de tanto odiar a los corruptos, de tanto combatirlos, de
tanto pesar en ellos, Funes ha terminado por ser igual a ellos, le(s) guste o no
le(s) guste.
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