No se pueden analizar los resultados electorales sin tomar en cuenta la realidad, pero también es grave analizar los resultados de las últimas elecciones sin considerar los antecedentes de nuestra historia reciente.
Uno de los vicios más grandes que se están difundiendo en el análisis del proceso electoral es que las características y tendencias de nuestro padrón se las están adjudicado oportunistas. Habría que explicarles a éstos que nuestro padrón tiene características que se han venido repitiendo de elección en elección independientemente de si ellos ya estaban o no estaban involucrados en el escenario político nacional. Bien lo resume Carlos Dada en un tweet: “EL voto nulo es la tercera fuerza electoral. Y no, no es gracias a los políticos oportunistas que llamaron a votar nulo, sino al descontento de los ciudadanos.” Si nos ponemos estrictos con los números, el voto nulo no es la tercera fuerza política, pero independientemente de la posición ordinal que tenga, es una fuerza que ha venido creciendo. Yo agrego que también vale la pena no solo analizar el voto nulo, sino que también es necesario analizar el abstencionismo.
El abstencionismo electoral no es un fenómeno nuevo en nuestro país ni en el mundo. En los últimos años se han promovido cambios al sistema y dinámica electoral para combatirlo. Con la implementación del voto residencial y el cambio de formato en papeletas incluyendo rostros, se intentó combatir el abstencionismo, según parece, el voto residencial se enfocó a reducir la abstención sociológica y los cambios en la papeleta a la abstención política, dos fenómenos que aunque parecidos, son diferentes. El abstencionismo sociológico es pasivo y tiene que ver con condiciones demográficas y similares, el abstencionismo político es activo y está vinculado con la falta de credibilidad en las elecciones, sistema y clase política.
Recordemos que para el año 1997 la variable abstencionismo en elecciones legislativas fue igual al 60.8% y en el año 2000 logró su cúspide llegando al 61.5% . Las anteriores son cifras correspondientes a la palabra abstencionismo sin colocarle adjetivos y en la cumbre de la tendencia no estuvieron involucradas las redes sociales, ni hubo convocatoria, invitación a abstenerse o anular por parte de personas importantes ante la opinión pública.
Para las elecciones 2018, la porción del padrón electoral que representa a los no participates equivale al 58.09%. La crisis del sistema electoral no es obra de los personajes que llamaron a no participar en las elecciones hasta que ellos tengan su propio partido, la crisis es más profunda y lleva varias elecciones en desarrollo y su cúspide fue en el año 2000 como consecuencia del descontento, burocracia y mil cosas más sin tener una campaña frontal pidiendo la no participación o la participación con protesta como ocurrió en los últimos días. Las redes sociales son relativamente nuevas en el panorama electoral, pero la sospecha hacia la clase política y la desconfianza en el sistema electoral vienen no sólo desde hace varios días y varios procesos electorales, sino que ya llevan varias generaciones formando parte de nuestra historia.
El abstencionismo es un síntoma de lo enfermo que está el sistema electoral, no se trata de un síntoma nuevo. Por otra parte hay un síntoma que se ha intensificado y hay que prestarle más atención: el voto nulo.
El voto nulo subió de 51 080 a 127, 458 entre 2015 y 2018. Si asumimos que el voto nulo es un síntoma que se puede relacionar exclusivamente con la crisis de la izquierda, nos damos cuenta que los 372,024 votos menos que obtuvo el FMLN entre 2015 y 2018 para diputados, no se sumaron totalmente a la convocatoria hecha por Bukele si damos por sentado que él es el responsable de ese aumento de voto nulo y disminución en el voto de la izquierda oficial, es decir que bajo esa hipótesis, Bukele lideró a la tercera parte de los votos ausentes en el Frente pero no tuvo capacidad para liderar a las casi otros 2/3 de electores que no votaron nulo pero no confiaron en el FMLN como lo habían hecho en el 2015.
Durante años ha ocurrido que los gobernantes han sido elegidos por un porción demográfica muy pequeña como consecuencia de que el abstencionismo ha sido tendencia durante años, no porque el líder político más popular de El Salvador haya llamado a votar nulo o a “ quedarse en casa viendo televisión”.
Las elecciones 2018 no representan la tasa más grande de abstencionismo electoral que ha conocido nuestro país; para muchos será dificil creerlo, porque se trata de algo que no tiene hashtag a, algo que está en la historia y no fue transmitido a través de las redes sociales.
El voto nulo subió de 51 080 a 127, 458 entre 2015 y 2018. Si asumimos que el voto nulo es un síntoma que se puede relacionar exclusivamente con la crisis de la izquierda, nos damos cuenta que los 372,024 votos menos que obtuvo el FMLN entre 2015 y 2018 para diputados, no se sumaron totalmente a la convocatoria hecha por Bukele si damos por sentado que él es el responsable de ese aumento de voto nulo y disminución en el voto de la izquierda oficial, es decir que bajo esa hipótesis, Bukele lideró a la tercera parte de los votos ausentes en el Frente pero no tuvo capacidad para liderar a las casi otros 2/3 de electores que no votaron nulo pero no confiaron en el FMLN como lo habían hecho en el 2015.
Durante años ha ocurrido que los gobernantes han sido elegidos por un porción demográfica muy pequeña como consecuencia de que el abstencionismo ha sido tendencia durante años, no porque el líder político más popular de El Salvador haya llamado a votar nulo o a “ quedarse en casa viendo televisión”.
Las elecciones 2018 no representan la tasa más grande de abstencionismo electoral que ha conocido nuestro país; para muchos será dificil creerlo, porque se trata de algo que no tiene hashtag a, algo que está en la historia y no fue transmitido a través de las redes sociales.
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