miércoles, marzo 24, 2021

Algunas diferencias entre el Papa Juan Pablo Segundo y Monseñor Oscar Arnulfo Romero representadas en una pintura de autor desconocido.

Esta pintura es una mina de oro semiótico; pero los contrastes entre ambos personajes en cuanto a altura, ojos y manos, tienen significados que remiten desde lo simbólico hacia lo histórico.

La diferenciación en la altura remarca la superioridad del Papa en una forma muy exagerada. Esta diferencia es más jerárquica que física y fue cierta mientras estuvieron vivos; pero ambas diferencias ya perdieron peso porque la muerte a todos nos empareja. Sin embargo, más allá de la muerte hay un punto muy interesante si vemos el asunto desde la religiosidad: aunque ambos son santos del catolicismo, solo uno es un mártir que caminó hacia la santidad poniendo sus mejillas y ofrendando su vida para defender a su rebaño. Aunque de los ojos del Papa parecen brotar lágrimas, ninguna de ellas tiene tanta trascendencia como la tuvo la voz de Romero, quien con menos altura y con más peligro alrededor, tuvo valor para trascender más allá del evangelio reducido a palabra muerta. 

 

Los ojos cerrados del Papa reflejan a exactitud su ceguera y silencio desde Roma ante las violaciones de derechos humanos sufridas por la iglesia y población salvadoreña en general.  La dirección de la mirada de Romero refleja la tristeza de alguien que se sabe abandonado y humillado.

 

La mano empuñada y llena de tensión del Papa penetrando el espacio de Romero puede leerse como un regaño cargado de agresividad. Por el otro lado, la mano abierta de Romero está en disposición de recibir de manera resignada. 

 

Finalmente, el espacio de Romero hacia la derecha, ese espacio vacío lo entiendo como una representación gráfica de soledad, del abandono sufrido por Romero y el pueblo salvadoreño por parte de Roma; Pero también por ese espacio parecen asomarse nuestros desparecidos y muertos.

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