martes, septiembre 13, 2011

XLIX

De los vicios que ha conocido el ser humano en los lugares más recónditos y en cualquier época, el más peligroso siempre ha sido el mismo; yo mismo  he sido feligrés de esa divinidad.

He sido capaz de controlar la bebida, el tabaco y las adicciones que no pagan impuesto. Lo que he sido incapaz de controlar  es ese mismo vicio que ha derribado tanto a los más grandes como a los más débiles. Ese vicio que contiene lo más devastador de las adicciones conocidas, ese vicio tan bello y más bello que los otros me ha doblegado sin medida.

La bebida, he podido evitarla por los compromisos laborales y por el cansancio, el tabaco he sabido dominarlo por los protocolos y por el deseo mismo;lo que no paga impuesto por los costos y la escases principalmente. Pero en ese vicio, que es el más humano de los vicios no he podido encontrar ni inflexión,  ni límite, y ese vicio es el que más se disfruta, y es el que más le cuesta aceptar a uno que lo destruye poco a poco y a veces a pasos de gigante.  Esa adicción es terrible, y es la única necesaria y por lo tanto la única incorregible. Tan terrible es, que ha sido capaz hasta de  humillar a algunos dioses.

Sé que no exagero, y me consta que cada adicción causa estragos y placeres, y cada estrago y cada placer puede encontrarse, y  puede encontrase de forma más pronunciada en la mayor de las adicciones: el amor; causa de vuelos, vicios y naufragios.