jueves, marzo 06, 2014

Entre el voto nulo, el voto residencial y el voto en el exterior



El Tribunal Supremo electoral tiene muchas funciones y preocupaciones; las funciones están delimitadas por el marco legal, mientras que las preocupaciones están subordinadas a las inquietudes de los  patrones de los magistrados del Tribunal.

El ausentismo y abstencionismo han sido de las preocupaciones históricas de esta institución, y en los últimos años se ha luchado contra éste a través de campañas en las que se llama a la población a que ejerza el sufragio; así mismo se ha facilitado la posibilidad que salvadoreños que no residen en el país puedan votar a través de correspondencia para aumentar la participación democrática. Sin embargo, la medida más importante contra el abstencionismo ha sido la del voto residencial. Bajo esta modalidad se ha garantizado que los electores no tengan que desplazarse grandes distancias para elegir a los representantes.  Sin duda en estas elecciones fue más fácil votar en los 14 departamentos y hasta fue posible hacerlo desde la diáspora.

En El Salvador la cultura política está reducida-como en muchos países- al acto de elegir a los que elegirán. Eso es una democracia muy de caricatura, y sin embargo se nos enseña a verla como la forma más avanzada  y efectiva que un ciudadano tiene para participar en política. Sea cómo sea, es lo que se tiene y para quienes gustan de la democracia no podrán negar que se ha avanzado desde las primeras elecciones que se llevaron a cabo en el país; pero quienes entienden la democracia saben perfectamente que mantenerse únicamente en la modalidad representativa no es suficiente, sino que se debe avanzar a otra modalidades de participación cívica, otras formas de patriotismo que vayan más allá de cantar el himno en el estadio; modalidades de participación que vayan más allá de elegir por mayoría a quienes ostentarán sueldos muy desproporcionados a sus funciones reales. Ampliar las formas de participación no es algo que le competa únicamente al Tribunal Supremo Electoral. Las universidades, los sindicatos, las asociaciones no gubernamentales, las iglesias,  los gremios; todos y cada uno de los ciudadanos deben tener algún nivel de incidencia en la vida política.  Esa incidencia va muy de la mano de las posibilidades y alcances de cada ciudadano, y en ese sentido las redes sociales han tenido un papel de gran protagonismo en estas elecciones como en ningún proceso lo hubo antes. En diferentes formas de sociedades virtuales se vio gente pidiendo el voto por uno o por otro candidato, gente cuestionando a uno u otro partido y también ha sido grande la porción de cibernautas llamando al voto nulo. Cada uno con sus posibilidades y alcance, cada uno desde su #forma de scribir & xpresarse.

Anular el voto también es una forma de participar en las elecciones aunque a muchos no les guste, aunque se califique de actitud  antipatriótica o de postura ridícula de personas que se sienten superiores al proceso. El punto es que las redes sociales fueron el escenario más amplió del llamado al voto nulo, y  eso fue así sin generar ningún costo conocido  a las arcas de los contribuyentes; o al menos así se entiendo, pues quienes llamaron a votar nulo fueron ciudadanos indignados que sin invertir dinero en su iniciativa cívica, lograron resultados estadísticamente más significativos que los que consiguió el Tribunal al invertir tantos recursos por disminuir esa variable que tanto les duele, esa variable llamada ausentismo.

En las elecciones presidenciales del 2009,  16,471 votos fueron declarados nulos, mientras que en la primera vuelta celebrada en el 2014 esta cifra aumentó a 34,310 votos. No quiero responsabilizar del crecimiento del voto nulo a las redes sociales;  pues eso sería robar créditos a nuestra clase política: una clase política en la que abundan cuadros que de sol a sol han trabajado para perder la credibilidad ante la población. Por eso, aunque el Tribunal Supremo Electoral diga que están consolidando la democracia, no se hará mucho mientras la clase política no termine de aterrizar. Después de todo aunque no bajó mucho el abstencionismo  y el ausentismo, sí subió de forma muy significativa la proporción de los que votaron nulo.

El total de ciudadanos que votaron en el 2009 y en el 2014 anduvo por 2.6 millones de los  más de 4 millones inscritos en un padrón poblado por muertos, privados de libertad y más. La recién pasada  primera vuelta fue un fracaso en cuánto a convocatoria si lo vemos en términos aritméticos; está claro que al Tribunal le preocupa aumentar la participación y pese a lo invertido en pautas publicitarias, y a pesar del voto residencial, y a pesar del voto en el exterior los esfuerzos no superaron las expectativas.  Eso sí, los votos nulos florecieron gracias al esfuerzo de los servidores públicos que tanto asco y descontento provocan… o a lo mejor no fue por eso, a lo mejor  se trata de una conspiración de la derecha de llamar al voto nulo para que los tontos e ingenuos izquierdistas caigan en un plan maquiavélico inspirado por el demonio; o a lo mejor se trata de una conspiración de la extrema izquierda para llamar al voto nulo para que los tontos e ingenuos derechistas caigan en un plan maquiavélico inspirado por el demonio. 

No creo que el demonio o el papa Francisco tengan mucho que ver en el llamado al voto nulo, pero al parecer tanto en la izquierda como  en la derecha están llevando campañas contra esta forma de participación.  En ambos sectores se ha satanizado, y hasta se ha perseguido a quienes llaman a no elegir entre miembros de un clase política sínica, una clase política que busca el poder sin garantizar proyectos políticos coherentes a las necesidades de la patria, una clase política que lejos de evolucionar según las situaciones políticas, ha renunciado a sus idearios  en el discurso, en las “plataformas” sólo para seducir a los electores.

Muchos de buena  fe atacan el voto nulo diciendo que se debe botar por el menos peor, y lo peor de ese argumento, es que cada elección el menos peor es peor que el menos peor de la elección pasada; por otra parte hay una campaña muy llamativa y con lenguaje agresivo escrita muy a como uno escribe en las redes: “No son la misma MI€R&@ Defendé tu libertad. ¡Salí a votar!" A lo mejor tengan algún grado de razón  quienes respaldan ese eslogan, consigna o lo que sea, pues al menos las banderas no son iguales; pero decir que no son la misma cosa es muy  dificil porque la realidad demuestra lo contrario. Yo por mi parte, creo que si se diferencian es por casi nada, y eso a larga quizás  no es lo mismo pero es igual. Eso sí, independientemente de si son o no son la misma cosa ( MI€R&@ ); de algo sí hay total seguridad, ambos le temen a lo mismo: al voto nulo.