martes, marzo 05, 2013

The life of Pi: Dualismo y otras divagaciones

"Poco se necesita conocerme
 para saber que tengo una fijación 
crónica con lo dual"

Un ordenador


Unos y ceros
De boca de un pastor muy confiable supe de la película The Life of Pi. Me invitó a verla  en el cine, no sé si con cuentas separadas o con cuenta común a mi cargo o qué; lo cierto es que no pude asistir. Sé que esa película  ganó algún premio importante, algunas nominaciones escandalosas y  todo ese tipo de palmarés que en no pocas ocasiones hacen de una película un algo digno de desconfianza. Hoy comprobé que es buena, y no sólo es buena, es buenísima  y tan buenísima que no existen superlativos como para decir lo buena que es; entendí porqué el pastor me insistió-aún más- que la viera luego de que no lo acompañé al cine.

Me duelen las ganas de  no poder pasarle una copia-pirata- a Álvaro Menen Desleal y a René Magritte; me duelen las ganas de no poder ir al cine a verla con al menos uno de ellos. Con Álvaro, porque al igual que Luz Negra, The Life of Pi tiene un escenario fijo en el que la mayoría del tiempo interactúan dos personajes muy antagónicos con poca o ninguna compañía, y con Magritte me gustaría verla porque los efectos y elaboración de las escenas me recuerdan su paleta, sus composiciones, su temática y esas cosas  de las que no sé pero que disfruto al ver cómo las trata a lo largo de sus obras, y particularmente en el Imperio de Las Luces. No debo argumentar sobre la maestría de Magritte con los temas duales, sus dibujitos se defienden por sí mismos.

Unos y ceros; día noche;
Es bello ver  cuando  el cielo y el mar se vuelven uno solo. Ambos, junto al sol y la luna forman  las primeras unidades  duales que el hombre pudo relacionar desde antes la antigüedad. Si alguno no entiende a lo que me refiero con lo de que el mar y el cielo se vuelven uno solo pues debe ver la película, y si a alguno le parece imposible debe matar las neuronas en las que almacenó aquel bolero que dice:

“El mar y el cielo
se ven igual de azules
y en la distancia
parece que se unen.

Mejor es que recuerdes
que el cielo es siempre cielo,
que nunca, nunca, nunca
el mar lo alcanzará”.


Cantarle este bolero a Pi, sería absurdo. Para él no fue en la distancia, para él fue estando al centro. Incluso sería más puntual  decirle:

El cielo 
se para frente a un espejo 
y ve el mar.

El mar 
se para frente a un espejo 
y ve el cielo.
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Ya regresando de las divagaciones a otras divagaciones, la verdad es que esa trama de un carnívoro y un vegetariano en una balsa es sorprendente. Me parece muy enferma la mente que pudo ingeniarse  y trabajar semejante historia de un Tigre y un Hombre-niño- en una balsa. De forma humilde y con todo mi respeto debo decir que me parece una mente muy hija de puta, muy al nivel de Pitágoras, Beethoven y El Mágico González. Esa trama de Pi parece como sacada de uno de esos juegos  de lógica, muy al estilo de ese acertijo tan común:

“Un pastor tiene que pasar un lobo, una cabra y una lechuga a la otra orilla de un río, dispone de una barca en la que solo caben él y una de las otras tres cosas. Si el lobo se queda solo con la cabra se la come, si la cabra se queda sola con la lechuga se la come. ¿Cómo debe hacerlo? "

 Hacerle este acertijo a Pi, sería hasta una falta de respeto, a él le toco más cabrón y  aparte tuvo que entenderse con una isla carnívora. 

Unos y ceros; día, noche; hombre, tigre.
A uno le agradan las cosas que le hacen -re-vivir las sensaciones más bonitas que ha almacenado, y obviamente con la película también recordé a El Principito. Sentí tal y como siento al leer ese librito tan bello.

El Principito tuvo que salir de su asteroide y coincidir en el desierto del Sahara con un aviador que había naufragado.  Ambos tuvieron que convivir y son  muy duales al igual que el tigre y Pi. Tanto en la película como en el libro de Saint-Exupéry, los protagonistas representan dos polos de una misma personalidad; si no concilian, sino pactan el tigre y el niño,  si no concilian el aviador y el niño, si no hacen que lo antagónico se vuelva complemento es inevitable la muerte de ambos.

En el final de ambas historias,  uno de los dos personajes desaparece y el otro queda triste. Puede parecer ingenuo y metafísico, pero en realidad no desaparece ningún personaje, sólo se integran en uno mismo, solo hay uno que vuelve a  donde pertenece, y ese lugar es una parte muy abstracta del otro.
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Es un lugar muy común  eso de que  llevamos un niño dentro, que tenemos  a nuestro propio enemigo adentro, que tenemos un demonio dentro y etc, pero lo común no quita la veracidad al menos en este caso. A lo mejor hay algo así como un tigre o un aviador con el que cada uno debe convivir e integrar. ¿Hay diferencias entre el tigre y el aviador? Las hay y no sólo en la realidad  de la película sino también en lo que simbolizan cada uno en su  respectiva historia, sin embargo y en este momento eso no importa.    

Unos y ceros; día, noche;hombre, tigre. Yo y yo.
El desierto y la balsa obviamente representan soledad, y en soledad es que uno debe convivir únicamente con uno mismo; uno debe convivir con el otro yo,  y eso no es fácil pero tampoco es imposible.  Uno debe convivir con un aviador, o debe convivir con un tigre; en fin con alguien  se debe convivir independientemente de cómo cada uno quiera nombrarle: inconciente, tigre, niño,  etc.

Me encanta pensar en un manual para gente que naufraga como el que tenía Pi, eso sí, no estoy insinuando que me gustan  esos libros-manuales- para lograr éxito. No se necesita ser un genio como Pi para saber que muchas de las cosas que a él le funcionaron en la balsa pueden funcionarle a uno en la vida para sobrevivir.  En Santiago 1:8 está escrito:

“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”

Y a ese doble ánimo se le puede llamar bipolaridad, pero independientemente de si se le categoriza o no, es muy fácil darse cuenta que ese doble ánimo es consecuencia de que no se ha integrado el  tigre con el niño y por consiguiente la balsa es un desorden porque prevalece y resalta sólo una de las dos partes de la personalidad en conflicto. Es inevitable a esta altura no recordar lo que dice Mark Twain al respecto:

"Todo hombre es como la Luna: tiene una cara oscura que a nadie enseña".

No se equivocó el humanista con tremenda sentencia; eso sí, no hay que perder de vista que ambas caras son necesarias, no pueden existir la una sin la otra, y ambas caras no invitan a pensar en dos personalidades, sino más bien en dos caras de una misma personalidad, dos caras de una misma moneda como se dice de forma habitual. Sin embargo hay que saber cuándo deben prevalecer características de cada una de estas caras, y no se trata de hipocresía, se trata de construir una sola  cara con elementos de ambas pues somos hiperbóreos y tenemos esa capacidad que sólo puede ser alcanzada con una guerra difícil, la más difícil de todas; esa guerra que es contra uno  y que solo se gana de una manera, que solo se gana como lo señalaba Miguel Serrano:

“La resurrección se logra en una lucha a muerte con uno mismo”.

A mi juicio, esa lucha la ganó el Aviador y la ganó Pi; pero no la perdió ni El Principito y el tigre; estos últimos solo salieron para decir existimos y regresaron ya luego de demostrarle a la parte conciente dónde están, cómo funcionan. Es decir que se impusieron en algún momento para luego someterse y seguir siendo  eso que nombran inconsiente. En ambas historias, lo más rescatable del subconsciente-o de la personalidad atrapada  y oculta- se integra al consiente para la  resurrección del hombre.

The history of Pi y El Principito son ambas, una  misma metáfora de la personalidad, una metáfora en la que al final desaparece  el plano imaginario  representado por EL tigre y  por EL Principito; y desaparece para integrarse o resucitar en el plano real que corresponde a El Aviador y a Pi respectivamente.  Siendo más sobrio resumo esto con palabras de Friedrich von Logau:

“La guerra más difícil consiste en combatir contra uno mismo”.

The Life of Pi  me dejó muy traumado, me causó envidia y admiración hacia  el escritor de la novela y hacia el equipo de producción de la película

Esta película me dejó muy traumado, me causó envidia y admiración hacia  el escritor  de la novela y hacia el equipo de producción  de la película. Quedé traumado a tal grado que ahora no puedo evitar ver al cielo, ver las estrellas y pensar que son peces brillando en un océano, y  disfruto tanto recordar de esa manera, que puedo jurar que eso lo vi durante mi infancia mientras yo caminaba de madrugada por el mar. Yo recuerdo esa escena  en la que el cielo y el mar se unen de noche no como una escena de la película;  recuerdo esa escena como  si fueran momentos propios y no momentos de un film. Con mi otro yo, imagino al mar  frente al espejo con la misma sorpresa de cuando Alicia vio a través del espejo.

Unos y ceros; día, noche; hombre, tigre. Yo y yo.  Como sea, tengo una fijación crónica con lo dual.