sábado, noviembre 05, 2011

A 200 años del  ¿grito? de un ¿cura? o algo así

La celebración del Bicentenario del Primer grito de Independencia es muy salvadoreña, pues se celebra el intento y no el logro; una actitud muy a lo Alfredo Espino en aquellas líneas en que alaba no el haber volado, sino el haber tenido dos alas sin sacarles provecho en todas sus posibilidades.

No me parece que seamos una nación con un himno de letra tan cosmética; me gusta la música pero no como himno; un himno debe de llamar a luchar y defender aquello a lo que se le canta, y el himno de este país está plagado de versos y versos que no dan ánimos como para morir o matar por la patria. Insisto que los compases del himno y también algunos versos son bonitos y fueron compuestos con maestría, pero no hacen sentir lo que debe transmitir un himno y eso de la Gran lección de espartana altivez de la que se habla en la segunda estrofa me parece una frase retórica para caer bien, y es muy curioso y muy bien elaborado ese decasílabo pues aunque la valentía de los espartanos es de carácter universal, un himno debe servir para alabar a la nación y a sus héroes y no para andar haciendo alardes de los logros de los guerreros o ciudadanos de otras tierras.

El escudo del país es como un dibujito hecho por alguna señorita que elabora un diseño como para su club de bordado, pero ese escudo no me parece representativo ni para un ejército y menos para una patria.

Y por modas que no sé si están en vigencia, se dice que somos un estado laico, y se dice esto cuando llevamos un nombre que hace referencia a una tendencia religiosa que no juzgaré si es buena, mala o qué.
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Lo más característico de la identidad que se ha consolidado en estos últimos 200 años, es la carencia de proyectos a futuro; todo se fundamenta en la confianza en la improvisación y la suerte o como quiera llamársele según las creencias o prejuicios. Esto se evidencia en que en esta patria hay hasta pueblos sin sistemas de alcantarillado y ciudades que no han tenido políticas de renovación y ampliación de los mismos. Hace unos días fui a la universidad en la que estuve inscrito y había nuevas edificaciones; pero da la impresión que no hay Departamento de Ingeniería en mi alma mater, pues la distribución del espacio es ofensiva para desplazarse o para estar inmóvil, y esta sensación que tuve en esa casa de conocimientos se puede fractalizar a nuestras ciudades; ciudades que crecen-en la dirección que establecen los sobornos que reciben los funcionarios públicos- sin importar las consecuencias y riesgos de los lugares hacia los que avanza la urbanidad.

Es evidente que a esta patria, entre tantas cosas que le faltan, le hace falta  pero de forma crónica, aprender que las soluciones reaccionarias pueden resultar atractivas y útiles en el presente, pero para un futuro sostenible lo necesario es tener proyectos.

Y quisiera escribir otras cosas, pero me iré a celebrar que casi las dije, así que a lo mejor y con un poco de suerte lo digo en otro post o en otro blog.

Hasta luego pajaritos.