jueves, mayo 19, 2011

De los artistas que tanto se aprende

Durante los días de ensayos siempre ocurren cosas que no se olvidan y que tienen demasiada trascendencia como para no echárselas a la bolsa. En estos días me ha tocado trabajar con una alineación de niños de entre 8 a 10 años. No todos tienen guitarras adecuadas, pero eso no es problema. Me sorprenden lo buenos que son y lo rápido que avanzan. Hace unos 7 años me tocó trabajar con un niño en clases particulares, y con él inicié el método que ahora utilizo; lamento que en esos momentos por hacer trabajo independiente no tenía la oportunidad de involucrar a mis alumnos en situaciones de concierto de forma real. No fue tiempo perdido, fue tiempo necesario para formar lo que ahora son las bases de la metodología que rige mi trabajo con niños.

Fernando, que es el primer niño con el que inicié mi trabajo en Bellas Artes, es perezoso con las actividades físicas. Creo que es un detalle muy bonito que sea así; las energías que cualquiera de su edad gasta para saltar o para golpear son las que el usa en su actividad intelectual. Es muy bueno en inglés, en matemática, y en cualquier materia. Lo mejor es que es músico de forma instintiva y sabe seguir instrucciones. Es un artista privilegiado, sabe buscar las melodías que estudia para guitarra en un teclado y sabe entonarlas con o sin instrumento. Es -como todos mis alumnos- exigente con las afinaciones. Lo quiero demasiado, también es muy amigo; me conoce y me entiende; sé que lo mismo podría decir él de mí. Y no tengo miedo que algún día diga lo contrario. Es sincero y cuando cambie de profesor sé que ambos tendremos la madurez para saber qué fue bueno y qué no lo fue.

Durante un ensayo Fernando me conmovió un montón, estaba él junto a un niño que lleva unas cuatro semanas en clases y obviamente yo estaba con ellos. Al niño que recién inicia, yo le comentaba que tocar en público es más fácil que tocar para mí. Estaba convenciéndolo de tocar el día del  fin del mundo en el Teatro de Santa Ana pues tendremos una presentación de los alumnos de la Escuela de Bellas Artes . Como todo artista ante su primera presentación, dijo que tenía miedo de equivocarse. Le respondí que no debía tener miedo. Le dije que yo sí conozco las obras y que el público no; le dije que me convenció a mí, y que más fácil será convencer al quienes estén frente al escenario, y recalcó que temía equivocarse porque todos lo verían. Fernando que me conoce y conoce a los que tienen su edad, dijo: Es verdad, tocar en el teatro es fácil, si te equivocas nadie se da cuenta; y cuando te equivocas frente al profe te regaña. Fernando y yo reímos. Tiene un sentido del humor lindo, y un sentido de reclamo con una elegancia envidiable. Admiro a Fernando. Fernando disfruta lo que hace sin poses y sin angustias. 

Por si fuera poco, ese mismo día salí a conseguirle un borrador a otro de los niños. Y como no había clase de dibujo, antes de ir al salón de dibujo a autoprestarme uno, fui donde las niñas de ballet. Pregunté en voz alta si alguien me prestaba un borrador; Regina, del cuerpo mayor de ballet respondió: Santi, no tenemos. Aquí no se cometen errores.

Me alegra que el 21 de mayo se acabe el mundo o la humanidad o lo que tenga que acabarse. Preparar el concierto de ese día ha sido bonito. No estarán todos los que yo quisiera, tendré una ausencia irreparable antes, durante y después de esa presentación. Duele, y duele el pecho y no puedo evitarlo; pero a la par tendré a Fernandito para recordarme que debemos saludar al público.

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