El Tribunal Supremo electoral
tiene muchas funciones y preocupaciones; las funciones están delimitadas por el
marco legal, mientras que las preocupaciones están subordinadas a las
inquietudes de los patrones de los magistrados
del Tribunal.
El ausentismo y abstencionismo han sido de
las preocupaciones históricas de esta institución, y en los últimos años se ha
luchado contra éste a través de campañas en las que se llama a la población a
que ejerza el sufragio; así mismo se ha facilitado la posibilidad que
salvadoreños que no residen en el país puedan votar a través de correspondencia
para aumentar la participación democrática. Sin embargo, la medida más
importante contra el abstencionismo ha sido la del voto residencial. Bajo esta
modalidad se ha garantizado que los electores no tengan que desplazarse grandes
distancias para elegir a los representantes.
Sin duda en estas elecciones fue más fácil votar en los 14 departamentos
y hasta fue posible hacerlo desde la diáspora.
En El Salvador la cultura política
está reducida-como en muchos países- al acto de elegir a los que elegirán. Eso
es una democracia muy de caricatura, y sin embargo se nos enseña a verla como
la forma más avanzada y efectiva que un
ciudadano tiene para participar en política. Sea cómo sea, es lo que se tiene y
para quienes gustan de la democracia no podrán negar que se ha avanzado desde
las primeras elecciones que se llevaron a cabo en el país; pero quienes
entienden la democracia saben perfectamente que mantenerse únicamente en la
modalidad representativa no es suficiente, sino que se debe avanzar a otra
modalidades de participación cívica, otras formas de patriotismo que vayan más allá de cantar el himno en el
estadio; modalidades de participación que vayan más allá de elegir por mayoría
a quienes ostentarán sueldos muy desproporcionados a sus funciones reales. Ampliar las
formas de participación no es algo que le competa únicamente al Tribunal
Supremo Electoral. Las universidades, los sindicatos, las asociaciones no
gubernamentales, las iglesias, los
gremios; todos y cada uno de los ciudadanos deben tener algún nivel de
incidencia en la vida política. Esa
incidencia va muy de la mano de las posibilidades y alcances de cada ciudadano,
y en ese sentido las redes sociales han tenido un papel de gran protagonismo en
estas elecciones como en ningún proceso lo hubo antes. En diferentes formas de
sociedades virtuales se vio gente pidiendo el voto por uno o por otro
candidato, gente cuestionando a uno u otro partido y también ha sido grande la
porción de cibernautas llamando al voto nulo. Cada uno con sus posibilidades y
alcance, cada uno desde su #forma de scribir & xpresarse.
Anular el voto también es una
forma de participar en las elecciones aunque a muchos no les guste, aunque se
califique de actitud antipatriótica o de
postura ridícula de personas que se sienten superiores al proceso. El punto es que las redes sociales fueron el escenario más amplió del llamado al voto nulo, y eso fue así sin generar ningún costo conocido a las arcas de los contribuyentes; o al menos así se entiendo, pues quienes llamaron a votar nulo fueron ciudadanos indignados que sin invertir dinero en su iniciativa cívica, lograron resultados estadísticamente más significativos que los que consiguió el Tribunal al invertir tantos recursos por disminuir esa variable que tanto les duele, esa variable llamada ausentismo.
En las elecciones presidenciales
del 2009, 16,471 votos fueron declarados
nulos, mientras que en la primera vuelta celebrada en el 2014 esta cifra aumentó
a 34,310 votos. No quiero responsabilizar del crecimiento del voto nulo a las
redes sociales; pues eso sería robar
créditos a nuestra clase política: una clase política en la que abundan cuadros
que de sol a sol han trabajado para perder la credibilidad ante la población. Por eso, aunque el Tribunal Supremo Electoral diga que están consolidando la
democracia, no se hará mucho mientras la clase política no termine de
aterrizar. Después de todo aunque no bajó mucho el abstencionismo y el ausentismo, sí subió de forma muy significativa la proporción de los que votaron nulo.
El total de ciudadanos que
votaron en el 2009 y en el 2014 anduvo por 2.6 millones de los más de 4 millones inscritos en un padrón
poblado por muertos, privados de libertad y más. La recién pasada primera vuelta fue un fracaso en cuánto a
convocatoria si lo vemos en términos aritméticos; está claro que al Tribunal le
preocupa aumentar la participación y pese a lo invertido en pautas
publicitarias, y a pesar del voto residencial, y a pesar del voto en el
exterior los esfuerzos no superaron las expectativas. Eso sí, los votos nulos florecieron gracias al
esfuerzo de los servidores públicos que tanto asco y descontento provocan… o a
lo mejor no fue por eso, a lo mejor se
trata de una conspiración de la derecha de llamar al voto nulo para que los
tontos e ingenuos izquierdistas caigan en un plan maquiavélico inspirado por el
demonio; o a lo mejor se trata de una conspiración de la extrema izquierda para
llamar al voto nulo para que los tontos e ingenuos derechistas caigan en un
plan maquiavélico inspirado por el demonio.
No creo que el demonio o el papa
Francisco tengan mucho que ver en el llamado al voto nulo, pero al parecer
tanto en la izquierda como en la derecha
están llevando campañas contra esta forma de participación. En ambos sectores se ha satanizado, y hasta se
ha perseguido a quienes llaman a no elegir entre miembros de un clase política
sínica, una clase política que busca el poder sin garantizar proyectos
políticos coherentes a las necesidades de la patria, una clase política que lejos
de evolucionar según las situaciones políticas, ha renunciado a sus idearios en el discurso, en las “plataformas” sólo para seducir a
los electores.
Muchos de buena fe atacan el voto nulo diciendo que se debe botar por el menos peor, y lo peor de ese argumento, es que cada elección el
menos peor es peor que el menos peor de la elección pasada; por otra parte hay
una campaña muy llamativa y con lenguaje agresivo escrita muy a como uno escribe
en las redes: “No son la misma MI€R&@ Defendé tu
libertad. ¡Salí a votar!" A lo mejor tengan algún grado de razón quienes respaldan ese
eslogan, consigna o lo que sea, pues al menos las banderas no son iguales; pero decir que no son la misma cosa es muy dificil porque la realidad demuestra lo contrario. Yo por mi parte, creo que si se diferencian es por casi nada, y eso a larga quizás no es lo mismo pero es igual. Eso sí, independientemente de si son o no son
la misma cosa ( MI€R&@ ); de algo sí hay total seguridad, ambos le temen a lo
mismo: al voto nulo.
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