viernes, octubre 14, 2016

Mauricio Funes: Tragedia retórica en cuatro actos



Carlos Mauricio Funes Cartagena tiene una facilidad de palabra que le ha permitido ganar desde la confianza hasta la sospecha,  esa capacidad  incluso lo ha hecho condenarse a sí mismo. 


Consagración  del heroísmo
En la etapa de entrevistador,  Carlos Mauricio Funes fue muy desafiante y se caracterizó por una retórica fiscalizadora.  En esa etapa se ganó un lugar  muy importante en el periodismo nacional. No parecía nada complaciente con sus invitados y eso generaba simpatía entre los telespectadores. Mauricio Funes interrumpía la agenda de autopromoción tan propia de las figuras públicas,  con él, ese discurso  clásico de mitin político o de predica mesiánica ya no tenían lugar. A diferencia de otros programas de formato similar, en el que estaba bajo la conducción de  Funes,  al entrevistado le tocaba conversar. Algo muy atractivo e innovador para esa  época en que al demagogo se  promovía  así mismo como panacea ante la cual había que dudar en silencio, gritar una consigan o simplemente decir amén. 
El nacimiento  del Rey
En la etapa de candidato a la presidencia, la facilidad de palabra siguió a favor de Funes. El candidato era un mártir aspirando nuevamente a ser un héroe; se rumoraba que había sido censurado y que se le había despojado de su empleo por enfrentarse a los poderosos y corruptos. Durante la campaña  se perfiló como un guerrero  que antes luchó contra  la injusticia con palabras y que ya estaba preparado para combatiría con decretos, reformas y cambios que sólo serían posibles si lograba obtener la mayoría de votos. Ganó y entonces se le volcó la facilidad de palabra.  

Saber hablar es una cualidad que no puede faltar en un funcionario. Esta cualidad se volvió un defecto en Funes porque la experiencia adquirida como entrevistador no la usó a favor. En la etapa que su trabajo era formular preguntas, su imagen creció en la medida que lograba poner entre la espada y la pared a sus invitados. Ya desde el Poder Ejecutivo, él se puso entre la espada y la pared porque siguió preguntado. 

Ante las preguntas, Funes  reaccionaba con una retórica que ya no funcionaba por una razón muy sencilla: ya no era un entrevistador o un candidato. Ya entonces era un funcionario público y a estos  los ciudadanos les pagamos por responder y están obligados a  rendir cuentas  claras les guste o no les guste. 

Cuando un  funcionario habla sin transparencia queda mal por más adornos o distractores que use. Funes,  a nivel retórico  y administrativo, cometió muchos de los errores comunes a los invitados que antes entrevistó. Antes se fortaleció pidiendo explicaciones, en la etapa de presidente se debilitó evadiendo su responsabilidad de dar explicaciones. Sus cualidades retóricas sirvieron para que se dibujara a sí mismo como un funcionario prepotente. La espada con la que antes venció se le volvió habito tomarla por el filo. Se volvió un experto en dar excusas cuando debía rendir cuentas. 

Funes resultaba muy heroico cuando interrumpía a un demagogo con una pregunta, pero ya luego se volvió un demagogo que interrumpía para que no le preguntaran. Se volvió otro funcionario de esos que son “servidores de pasado en copa nueva”, se volvió otro maquillador de palabras como los que envestía en La Entrevista al Día.  

El Ocaso del ídolo
La imagen de Funes se va reduciendo cada vez más. Ahora que ya no tiene el poder que antes le otorgó la Constitución, sólo parece un cínico que no sabe callar. Funes se contradice a cada momento y aparte de eso también ha intentado justificar prácticas que en otros  él mismo criticó. Lo que antes lo fortaleció en el escenario, es lo que ahora lo debilita por el cambio de papeles que él mismo eligió. No sorprende que muchos de aquellos que fueron sus contendientes ahora sean sus cómplices o socios.

La Funemorfosis 
En Cien Años de Soledad,  Aureliano Buen Día pasa de luchar contra el poder a ejercerlo.  Antes de que  por su orden fusilaran a  José Raquel Moncada, este le dice a Aureliano: “Lo que me preocupa es que de tanto odiar a los militares, de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, has terminado por ser igual a ellos”.  Con el respeto que me merece alguien tan fascinante como el coronel, sostengo que  lo que más me preocupa es que de tanto odiar a los corruptos, de tanto combatirlos, de tanto pesar en ellos, Funes ha terminado por ser igual a ellos, le(s) guste o no le(s) guste.

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