Aunque digan que se trata del vuelo de un águila anunciando las buenas nuevas del reino de los cielos,
solo se trata de otro lobo que promete peces y reparte serpientes.
Aunque lo llamaran León del Río de Plata,
solo es un payaso que carga una sierra eléctrica mientras hunde a los suyos para flotar sobre las aguas.
Aunque parezca un circo con funciones simultáneas—para entretener orcos—desde Buenos Aires, Caracas,
Managua, San Salvador
y Washington;
es un cementerio ambulante que nos amenaza desde hace más de 100 tormentas.
Y más allá de los eufemismos,
metáforas y euforia de los ciegos,
esa peste es la noche que se llama fascismo,
y es un cadaver que se arrastra y multiplica tanto a lo largo de las Américas como al otro lado del Atlántico.
Hagamos que los muertos regresen a sus féretros,
no dejemos que sus gusanos encuentren nidos en nuestras heridas.