Costumbre: es un hábito adquirido por la práctica frecuente de un acto.
Fijación: es el Estado de reposo de una sustancia después de agitada por una operación química.
El nombre del libro sugiere
establecimiento, o estabilización. La lectura de esta unidad sugiere el inicio
de un recuerdo que está en proceso de volverse recurrente, de volverse cíclico,
de volverse costumbre. Y esa fijación va referida a un estado que debe
denotarse con la palabra olvido.
Fijación de la costumbre es un
libro en el que se aborda un proceso hacia la fundación del olvido. Una lucha entre el olvido que se
necesita con el olvido que a la vez no
se quiere alcanzar, y eso es un miedo característico de seres gregarios, un
miedo natural a estar solo o a sólo
estar acompañado por un recuerdo que no ofrece ninguna alternativa hacia el
futuro.
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En una buena novela, la última
línea del libro debe resolver a la primera manteniendo una unidad y correspondencia tal y como ocurre en la
música donde la generalidad establece que se termina con la misma nota que se
inició. En el libro esto se hace con
ideas, con situaciones y hechos que se corresponden para generar un efecto de resolución similar al que se logra en
música. En Fijación de la costumbre,
Vilma Osorio logra con maestría este efecto,
y lo hace de una forma muy condescendiente hacia Shinobu, el personaje
de su poemario, pues en el primer poema la autora le ordena Levántate/Es tarde. Despierta y lo hace con una fuerza que evoca cuando David se dirige a Salomón en 1 reyes 2:2. Sin
embargo al final, luego de haber viajado a lo largo del poemario, la autora le
dice: Está bien, Shinobu./Sigue
durmiendo. En el libro se desarrolla
una transición de la amonestación al consentimiento de una forma gradual y
modulada. El personaje convence al autor, y también a los que podemos ser
espectadores.
El poeta es un pequeño Dios, lo
dijo Vicente Huidobro. Vilma entiende
muy bien eso en este libro y según su propia fe, pues logró conmoverse y
respetar el albedrio de su personaje pasando de la orden al consentimiento
mediante todo lo que está en medio del
primer verso y el último verso de Fijación de la costumbre.
Me encanta etiquetar cada libro que
leo con palabras que le dan cadencia tanto en ritmo como en temática, y para mí
las palabras en este libro son : médulas, cuervos, olvido que más bien
corresponden a la cadencia central. Sin
embargo me enloquece la fuerza de estos versos del primer poema: Escupe el tiempo/desprecia el miedo. Esas
sentencias contra el tiempo encierran un conflicto muy humano: la fundación del
olvido. Shinobu, al igual que cualquiera
piensa la palabra tiempo con las limitantes propias de nuestro idioma. Sería
mejor pensar en la palabra tiempo pero
en griego, en griego, es posible
referirse a tiempo mediante dos conceptos: Kairós y Krónos. Kairós, se refiere a un lapso preciso para
que algo acontezca, un lapso que no está
subordinado a días y horas, es tiempo determinado por situaciones y características.
Krónos, está referido a un tiempo cuantificable, un tiempo al que el hombre está esclavizado
por días y horas.
Entre el adiós y el olvido hay un
lapso, eso es indiscutible, pero este no se puede medir. No hay fórmula para
olvidar, no se olvida en 19 días y 500
noches, no hay una medida que pueda designarse para decir cuánto tiempo se
necesita para olvidar, no hay un Krónos, no hay un tiempo cuantificable para
alcanzar el olvido. Pero entre el adiós y el olvido sí hay un Kairós , un
lapso, un tiempo oportuno para que algunos recuerdos dejen de ser recurrentes,
o al menos para que ya no signifiquen lo
mismo. Después de todo, el olvido es un algo que perseguimos y un algo del que a la vez nos escondemos. Esa negación y afirmación del olvido deja
heridas y cicatrices, y de éstas trata Fijación de la costumbre.
En cuanto a estilo, la palabra
precisión es la que mejor describe la forma en que Vilma Osorio compacta cada
verso. En cuanto a registro, la voz de
Vilma tiene un sello contemplativo propio y característico de los orientales.
Jorge Luis Borges logró tomar este sello en su serie 15 monedas logrando lo
contemplativo de los orientales con un contenido cargado de los conflictos
intelectuales que tanto fascinaron a
Borges. Alejandra Pizarnik, lo hace con muchos epigramas con esos aires de existencialismos tan propios de
ella; pero Vilma toma ese sello contemplativo para retratar ese limbo que
existe entre el adiós y el olvido.
Al inicio de la unidad, uno ve en
Shinobu a un ser postrado que se ahoga en un vaso de agua, pero mientras uno
viaja con él hasta el final, descubre que hay un océano contenido en ese
vaso de agua. Uno descubre- como quizás
lo habría dicho Roberto Lainez- que existe la Tempestad en un vaso y que ahí es donde se ha sumergido Shinobu;
que Shinobu transita en ese limbo que
existe entre el adiós y el olvido.
Ningún poema está por casualidad en
Fijación de la costumbre, y en cada uno se siente que la autora conoce el peso
exacto de cada palabra, ninguna sola está de más, ninguna está de relleno,
ninguna sobra ni en ritmo ni en concepto.
Es el primer libro de Vilma Osorio, sin embargo no se trata de un libro
de principiante.
4 comentarios:
Bella reseña. Abrazos Santiago
Tendré que hacer una reseña también. El libro de Vilma lo amerita. Bien dicho, Santiago.
Nancy, Ricardo. Gracias por pasar por este blog fantasma. :)
Qué genial, magistral y maravillosa reseña. Total y rotundamente agradecida Santiago
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