jueves, junio 14, 2007

Ahora, al revisar el blog de Rafael Menjivar me enteré que el cuerpo de Mélida Anaya Montes finalmente está acá en El Salvador. Recordé que, Dagoberto Gutiérrez de la TR, le dedica un capitulo de Nadie quedará en el olvido a ella. Y aquí está por si lo quieren leer.


Mélida Anaya Montes
“Es urgente que hablemos”



Su nombre sonoro y fuerte, seguro y estable, coincidía con su figura alta, bien proporcionada y grácil. Su cabeza grande tenía cabello liso y medianamente largo, que en ocasiones terminaba en una cola de macho. Un camino discurría con suavidad, ordenado a ambos lados del cráneo cabellos iguales, suaves y negros; su voz siempre tuvo el eco cercano de un consejo fiable y parecía estar aconsejando siempre.

La sonrisa nacía llena de confianza en sus ojos grandes y vibraba su frente, despejada y ancha, cuando la duda segura o la luz de la certeza se anunciaba fulgurante. Su boca se apropiaba de labios carnosos que sin querer grandes eran, eso sí, una fuente segura de interés, que en armonía con su nariz bien formada, la volvían una mujer atractiva en la que todo su rostro moreno y limpio era un estallido de energía, con relámpagos de tormenta y vientos refrescantes de quietud.

Toda ella era una maestra, sus manos aparecían tener siempre la tiza lista y el pizarrón era el espacio indeleble con que su cabeza lógica grababa sus ideas, con el eco resonante del pensamiento. Su discursiva expresión fue siempre vital y cotidiana, ella hablaba para ser entendida y parecía saber que se hablaba cuando hay algo que decir, y el que decir, es una forma de hacer.

Las alas de su pensamiento no se quemaban con el sol, más bien se nutría con el polvo del camino y el rocío de la madrugada, por eso su palabra siempre tuvo vigor para ser escuchada y altura para ser comprendida. Todas las personas que la escuchan sabían que lo que decía era lo que pensaba. Sus paso al caminar, contenían una prisa sofocada y sus piernas, fuertes y seguras, parecían capaces de caminar sin detenerse ni mirar atrás, hacia la luz que sus ojos alargados siempre miraban deslizarse en el recodo de la palabra y el fuego de la acción.

En 1968 su nombre sale del aula hacia la calle, de la escuela hacia el país y sus manos con la tiza, escriben en la pizarra cotidiana del sol quemante y el grito reclamante las reivindicaciones de las maestras y maestros; ANDES 21 de Junio, entrega al país un equipo selecto de dirigentes, hombres y mujeres, que salidos de escuelas e institutos de El Salvador escriben, junto al pueblo, la página más hermosa lograda hasta ahora por las capas medias de la nación.

El maestro en reposos y en el caracol de su clase atruena, de repente, la quietud injusta de la mansedumbre, y suben hasta el cielo los ecos encendidos del reclamo soterrado por años de bochorno, la dignidad de un pueblo empieza a escribirse desde el aula escolar, con el abecedario de la lucha y el alfabeto de la esperanza. Mélida y los maestros y maestras enfrentan, en lucha desigual a la oligarquía cafetalera, a su gobierno y sus valores, a los corvos sin vaina de la policía nacional y la guardia nacional , a las unidades de ORDEN( antecedentes de ARENA actual) y al odio feroz de la derecha que no soporta más rebeldía que la del día tenaz que sigue naciendo cada mañana por muy oscura que haya sido la noche.

La campana sonora de la primera huelga de ANDES convocando al honor también llegó, iracunda, a miles de rincones de conciencias que esperan, limpió telarañas, construyó confianzas y persuadió voluntades, sacudiendo las hojas del árbol del conflicto enseñó que las aulas verdaderas se levantaban donde la vida se pone de pié y donde la realidad se descubre, en tanto que maestro es aquel que llena de vida sus aulas, que aprende enseñando y que tienen vocación de ser ante todo dignidad asegurada y saber conquistar.

En 1971, tres años después, ANDES renueva la esperanza esperada, y venciendo la represión, desbordando el miedo, y tejiendo valor con el hilo invencible de la tenacidad hace estallar la segunda huelga nacional para conquistar reclamos y defender conquistas. El maestro y maestra dejaría de ser sostén de una ideología conservadora y serían, fuente de resistencia y hogar ardiente de la confianza.

Mélida cruzaba los caminos y las plazas, las calles de las ciudades y los vientos de los campos, su palabra encendida resonaba en la patria y su corazón al viento pasaba, paso a paso, a palpitar por todos los que esperando y caminando, hacen posible, en todos los tiempos, el milagro de la resistencia.

El calor de la lucha y la hermosura del pueblo que se entrega, hicieron de Mélida una dirigente popular, más allá de una líder magisterial. Toda la sangre asesinada y la vida derramada que el magisterio entregó generoso, a manos de los asesinos de siempre, quemaron las naves del retorno y la lucha social donde Mélida se forma y se encuentra, apunta sin parar hacia la guerra inevitable que estalla en cada vida degollada y todo derecho sofocada.

Mélida no vacila en seguir adelante y su paso sonoro se vuelve sigiloso, su voz resonante se torna murmullo, su rostro de plaza se llena de pueblo, la cátedra abierta se cierra con llave de luz y el secreto inmenso de la Doctora Mélida recorre la sombra, resuena en el alba, se anuncia en el puño y el arma justa y Ana María camina en la historia.

Los frentes de guerra sacuden la patria, el país entero recorre la guerra, los asesinados reclaman su puesto, los torturados se esconden huidizos y el mundo descubre a un país pequeño y a su pueblo grande. El Salvador simboliza el más alto heroísmo que hace posible lo imposible y los que negocian las horas, los que nunca esperaron que la fe encendiera la montaña, los que creyeron que el miedo a la muerte, apagaba los torrentes de la vida, descubren, de pronto, como el gavilán a su presa que se debe negociar con los alzados; pero solamente su rendición.

La izquierda salvadoreña nunca fue sujeto de negociación; pero cuando Mélida propuso que la nueva fuerza se llamara FMLN, los cielos de la historia mueven a las tierras inconmovibles, los fusiles eran, aparentemente, la razón de la fuerza, por eso la negociación y su diálogo intermedio sacuden, como temblor nocturno, los conceptos y las cabezas, las prácticas y las convicciones, los métodos y los estilos. La lucha del pueblo no debía nunca terminar en la mesa, si no continuar en la vida, por eso, Mélida siempre supo que la lucha sin fuerza no llegaba a negociar y que la negociación sin fuerza no es más que rendición.

Su experiencia en la lucha magisterial le indicó siempre que se abría el momento, aunque no la mesa, de iniciar el pulso histórico, cara a cara, para que sin detener los ríos de la guerra se abriera, al final, la mesa de la negociación.

La experiencia y la tenacidad consumada no siempre danzan juntas y Mélida enfrentó un paso invisible, un juicio secreto, una mente aviesa y un pulso asesino

A las once y media de la mañana de un día de abril de 1983, en el calor de Managua, Mélida llamó diciendo: “es urgente que hablemos”. Al día siguiente su cuerpo ultimada sacudió la vida y develó la muerte, la furia asesina, el miedo a su vida, los medios usado y el silencio buscado, revelaron siempre que callar querían su opinión valiente y que el pensamiento que nutre a la vida camina y camina con la vida misma y nunca termina, aunque gima el viento y lloren las lágrimas.

A 16 años de su muerte Mélida sigue dialogando con la historia y , ni los arroyuelos de hoy son los torrentes de ayer, pero, siempre, el agua viva de su pensamiento invicto somete con creces el puño asesino que no admite diferencias, ni reconoce al diferente.

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