martes, julio 08, 2014

Algunos efectos colaterales previos al mundial y el derrumbe de Brasil



"Vosotros me veneráis; ¿ pero qué ocurriría si un día 
viniese al suelo vuestra veneración?   
¡cuidad que no os aplaste mi estatua!"  

Friedrich Nietzsche

Antes del mundial muchas familias fueron desplazadas y perdieron sus casas para que los aficionados pudieran tener mejores rutas de acceso a los estadios, o simplemente perdieron sus casas para que alguna zona de una sede pudiera proyectar la ilusión de una plusvalía falsa frente a los turistas,  o  perdieron sus casas por  nuevas políticas urbanas, o simplemente por otras cosas que no entiendo y no necesito entender para saber que no son razones justas. 

Mucho dinero que pudo servir para programas sociales y necesidades de primera mano fue orientado a mejorar o construír estadios; eso generó descontento,  protestas y todo tipo movilizaciones  y denuncias por parte de gremios y sociedad civil; pero bien, iniciando el mundial todo eso pasó a segundo plano.

La selección brasileña generó muchas dudas desde el inicio del mundial, pero al ser humillados por Alemania las dudas se volvieron indignación, rabia y tristeza.  Cada uno vive el mundial a su manera,  pero buena parte de la afición está indignada a partir de la masacre que sufrieron por parte de los alemanes; otros ya estaban indignados, tristes y rabiosos desde antes del inicio de La Copa Mundial porque fueron afectados para favorecer esa religión llamada fútbol.
  
Para muchos-y por razones muy diversas-, Brasil no merecía llegar a las semifinales y en definitiva la semifinal les quedó grande. Pensar y atribuir la derrota a dos ausencias es tonto; bien decía Alfredo Di Estefano: "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”. No creo que Neymar y  Thiago Silva sean excepciones a esta sentencia del primer gigante del fútbol.  Brasil no se logró consolidar como equipo a diferencia de Chile, Colombia y otros equipos que no fueron ni favoritos ni favorecidos como la Verde-amarela.

Para entender la indignación, la rabia y la tristeza que han protagonizado  los fanáticos brasileños hay que prestar atención a que para ellos la selección no es un equipo; la selección es  el más importante de los símbolos patrios.

Para un aficionado, el escudo de la nación, el himno y la bandera deben ser considerados como miembros que conforman un solo cuerpo; un cuerpo del cual la selección es el alma; por lo tanto con la derrota no sólo se derrumbaron los jugadores, se derrumbó ese algo que conforma la parte más fundamental en la identidad cívica de un aficionado.

Muchos  fueron desplazados de sus casas o hábitat natural para que los aficionados pudieran tener mejores rutas de acceso a los estadios; la selección brasileña perdió la oportunidad de llegar a la final derrumbándose como una estatua frágil que aparenta fortaleza.  La selección brasileña se derrumbó  como un ídolo;  un ídolo más grande que El Cristo de Corcovado, un ídolo que al derrumbarse aplastó a todos los que estaban arrodillados frente a él.

Cada uno interpreta desde cómo siente, unos lamentaron que su patria fuese elegida como sede; otros se quedaron lamentando los siete goles de la eliminación. Es triste, pero creo que no faltan los que lamentan ambas cosas. 

No hay comentarios: