"Vosotros me veneráis; ¿ pero qué ocurriría si un día
viniese
al suelo vuestra veneración?
¡cuidad que
no os aplaste mi estatua!"
Friedrich Nietzsche
Antes del mundial muchas familias fueron desplazadas y
perdieron sus casas para que los aficionados pudieran tener mejores rutas de
acceso a los estadios, o simplemente perdieron sus casas para que alguna zona
de una sede pudiera proyectar la ilusión de una plusvalía falsa frente a los
turistas, o perdieron sus casas por nuevas políticas urbanas, o simplemente por
otras cosas que no entiendo y no necesito entender para saber que no son
razones justas.
Mucho dinero que pudo servir para programas sociales y necesidades de primera mano fue orientado a mejorar o construír estadios; eso generó descontento, protestas y todo tipo movilizaciones y denuncias por parte de gremios y sociedad
civil; pero bien, iniciando el mundial todo eso pasó a segundo plano.
La selección brasileña generó muchas dudas desde el inicio
del mundial, pero al ser humillados por Alemania las dudas se volvieron
indignación, rabia y tristeza. Cada uno
vive el mundial a su manera, pero buena
parte de la afición está indignada a partir de la masacre que sufrieron por
parte de los alemanes; otros ya estaban indignados, tristes y rabiosos desde
antes del inicio de La Copa Mundial porque fueron afectados para favorecer
esa religión llamada fútbol.
Para muchos-y por razones muy diversas-, Brasil no merecía
llegar a las semifinales y en definitiva la semifinal les quedó grande. Pensar
y atribuir la derrota a dos ausencias es tonto; bien decía Alfredo Di Estefano: "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”. No creo que Neymar y Thiago Silva sean excepciones a esta sentencia del
primer gigante del fútbol. Brasil no se
logró consolidar como equipo a diferencia de Chile, Colombia y otros equipos
que no fueron ni favoritos ni favorecidos como la Verde-amarela.
Para entender la indignación, la rabia y la tristeza que han
protagonizado los fanáticos brasileños hay
que prestar atención a que para ellos la selección no es un equipo; la
selección es el más importante de los
símbolos patrios.
Para un aficionado, el escudo de la
nación, el himno y la bandera deben ser considerados como miembros que
conforman un solo cuerpo; un cuerpo del cual la selección es el alma; por lo
tanto con la derrota no sólo se derrumbaron los jugadores, se derrumbó ese algo que conforma la parte más fundamental en la identidad cívica de un aficionado.
Muchos fueron desplazados de sus casas o hábitat natural para que
los aficionados pudieran tener mejores rutas de acceso a los estadios; la
selección brasileña perdió la oportunidad de llegar a la final derrumbándose
como una estatua frágil que aparenta fortaleza. La selección brasileña se derrumbó como un ídolo; un ídolo más grande que El Cristo de Corcovado,
un ídolo que al derrumbarse aplastó a todos los que estaban arrodillados frente
a él.
Cada uno interpreta desde cómo siente, unos lamentaron que su patria fuese elegida como sede; otros se quedaron lamentando los siete goles de la eliminación. Es triste, pero creo que no faltan los que lamentan ambas cosas.
Cada uno interpreta desde cómo siente, unos lamentaron que su patria fuese elegida como sede; otros se quedaron lamentando los siete goles de la eliminación. Es triste, pero creo que no faltan los que lamentan ambas cosas.
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